Con un frío interno que no me deja seguir fuera de la cama -y decidida a no meterme en esta-, preparo un té proponiéndome que esté lo más caliente posible. Dicho y hecho, vuelvo con el calor entre las manos; me siento.
Una hora después, noto mis pies congelados y pienso en la cama, en el té... y digo mierda; me olvidé.
martes, 26 de agosto de 2008
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