Los minutos chocan con fuerza contra mi pecho, robándome la respiración, dejándome paralizada, flotando en el viento que canta un tiempo ahora calmo; y mis manos entrelazadas, atadas por el rosal de un cuento de princesas que nunca comenzó, luchan la suavidad de una luz matinal que no merecen. Me desato de la ilusión, sin lograr evitar rasguñar mi piel con las espinas pero cuidando estas rosas, y no encuentro dirección por el espacio estático en el que quedé suspendida al escuchar pasar la melodía del vacío esperanzado.
Los minutos chocan con fuerza contra mi pecho, tomando prestada a la vida y regalándomela en un abrazo -dos besos-, inquietando lo efímero de mis pensamientos, que se dejan caer en esa luz, ese vacío que espera tan impaciente a través de cada momento que guarda; ahogada en el océano, no siento el agua. Y aniquilo las rosas que prometían príncipes de fuego y de agua, del aire del viento que refrezca de minutos mi consciencia; y caigo al suelo para ser consumida por la tierra de la que había sido arrancada entre sueños, ya abro los ojos... ¿o es que sigo durmiendo? -a veces me pregunto- (es que me pierdo a propósito en una habitación de preguntas sin respuestas, de muerte sin cielo; es que no sé si debo sufrir en el mundo o en mi universo paralelo, y tampoco me interesa).
viernes, 8 de agosto de 2008
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